lunes, 5 de octubre de 2009

LOS DISPAROS LLEGARON HASTA MIS OJOS.

Por: Jesùs Abad Colorado
Para hablar de la trágica historia, Amelì Rosales dice que ella tiene muchísimo miedo.
Después de haber pasado por tan horrible atropello, la niña todavía no entiende porque su padre en vez de ella tuvo que morir estando en casa. El tiroteo comenzó cuando ella ya estaba dormida, comenzaron a disparar como si quisieran acabar con el sitio, todos pensaban que la niña estaba dormida, pero ella desde su cama escuchó todo.
Amelì observo como mataban a su padre, como torturaban a su madre y como acabaron por violar a su hermana, mas tarde escuchó el ultimo quejido de su padre, ahí se dio cuenta que era una huérfana mas de este país.
Ese viernes 2 de octubre del año 1999, la niña tuvo el primer acercamiento con la realidad colombiana.
Acostada en su cama y mirando de reojo Amelì observó como su madre gritaba desesperada, su hermana era ultrajada y su padre gemía porque le estaban arrancando cada uña.
Ella prefirió no salir de su cuarto.
Pero sentía gran tristeza y dolor cuando escuchaba sus familiares gritar, sin que ningún vecino se inmutara a contestar.
Finalmente salió de la casa sin que los militares se dieran cuenta, ellos no sabían que ella estaba adentro, fue donde unos vecinos y ellos simplemente le preguntaron que hacía ahí, ella desesperada pedía ayuda, pero nadie se atrevía a enfrentar a los camuflados.
Ella dice que en ese momento “sentía muchísimo miedo”.
Por eso estaban allí.
Amelì es hija de una familia campesina antioqueña, que huyo de allí por enfrentamientos entre las fuerzas armadas ilegales y las legales. Es baja, morena, de ojos negros y simpáticos. Su padre es un campesino tradicional de Anorì en el departamento de Antioquia, que viajó a el Caguan a conseguir la paz que nunca encontró en su pueblo, allí conoció a su esposa y tuvieron dos hermosas niñas.
En el Caguan fue llamado “El paisa”, no por pertenecer a la famosa banda, sino por venir de Antioquia, su primo era el jefe del grupo delincuencial “Los paisas” pero él nunca tuvo nada que ver con esta agrupación.
Cuando comenzó la zona de despeje todos se desaparecieron o los desaparecieron, pero como “El paisa” no tenía nada que ver se quedó con su familia en el Caguan. No era muy bien visto por los habitantes, tampoco por los militares que antes estaban allí, ellos simplemente seguían trabajando como siempre lo habían echo.
Un mes después de quitar el Caguan Zona como zona de despeje, la familia de “El Paisa” recibió un panfleto, diciéndoles que se desapareciera, pero Amelì tenía que terminar su año escolar a la perfección y decidieron hacer caso omiso de esto.
La historia trágica.
Amelì se levanto esa mañana como todas las mañanas para ir a la escuela, desayunó, se lavó los dientes, su madre la bañó y su hermana que ya no estaba estudiando porque esperaba un bebé, la despedía desde la ventana.
A las doce del día la niña salió del colegio, lo diferente que observo es que existía mucha presencia militar legal en el pueblo, cuestión que desde hace dos años cuando estaba la zona de despeje no existía.
“Eran muchos, todos vestidos iguales y esperaban muy cerca de mi casa” cuenta Amelì después de terminar de orar porque su hermana y su mamá regresen.
La tarde transcurrió igual a como transcurrían las tardes, hicieron las tareas, vieron la televisión y hablaron con los vecinos hasta que llegaba el padre.
Cuando llegó el padre comenzaron la cena cotidiana a eso de las seis de la tarde, pero la niña sentía una actitud rara de su padre, pues casi no hablaba.
“Mi papá se levantó, porque lo estaban llamando afuera, de inmediato comenzaron los tiros hacia la casa” dice la niña. Después de eso salieron la madre y la hermana de la niña.
La madre fue amarrada de un árbol, la hermana fue violada por tres o cuatro hombres, mientras el padre era torturado hasta llegar a la muerte.
Amelì se quedó en casa pues nunca los hombres supieron que estaba allí, pues su padre dijo que no había nadie mas en la casa cuándo ellos preguntaron.
Amelì se fue muy cautelosamente hacia la casa de sus vecinos a buscar ayuda, Elvia, una vecina del sector asegura que “La niña estaba incontrolable, no podíamos ir porque nos mataban también, la tuvimos que dormir”.
Amelì nunca volvió a saber nada de su madre ni de su hermana, gracias a los dineros recogidos por todos los vecinos, vive ahora en la ciudad de Medellín con una tía suya, mientras que ora todos los días por ver prontamente sus familiares.
(Invenciòn) El texto base es la foto de Jesus Abad Colorado

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