lunes, 13 de febrero de 2012

La Habana en un espejo, Alma Guillermoprieto, Ed. Mondadori, Barcelona, 2005

La Habana en un espejo, Alma Guillermoprieto, Ed. Mondad, Barcelona, 2005

El baile, ese lugar común entre artistas y espectadores, hace que quienes lo realizan y lo observan no solo traspasen fronteras imaginarias de las culturas, sino como en el caso de la protagonista del libro La Habana en un Espejo, Alma Guillermo Prieto pueda transformar conciencias políticas y sociales de los diferentes contextos.

Alma regreso a New York antes de lo previsto, dejó en Cuba muchas de las pertenencias que había llevado, una coreografía difícil de montar con sus alumnos, un collar y una cajita que le dio una de sus compañeras, dejó el baile y se dedicó al periodismo, apoyaba ya las causas sociales, ahora sabía quién era el Che, qué sucedía en Vietnam y lo imperdonable que estaban haciendo los Norteamericanos con la Habana, se había convertido en una amante de la Revolución.

Su historia.

Para el año de 1969, en la ciudad de New York, un lugar permeado por el capitalismo y diferentes vanguardias del baile artístico a Alma una joven bailarina, sin mucho talento, pero sí con la mejor disposición; le propusieron dar clases en Cuba, un lugar del que solo conocía lo que le habían dicho en México “Era comunista” y que estaba bloqueado económicamente por EEUU, desde años atrás.

Alma tuvo la oportunidad de estudiar con leyendas como Martha Graham, Twyla Tharp y Merce Cunningaham, y de enseñar en ENA (Escuela Nacional de Arte),gracias a una propuesta de la directora de Elfride Mahler, la cual aceptó luego de mucho pensar, viajar a México, enfermarse y enamorarse una que otra vez.


A Alma no le importaba la revolución, ni el Che, ni los estudiantes, ni las guerras de Vietnam, solo los leía en las portadas de los periódicos a lo lejos, nunca se interesó por la temática, a ella solo le interesaba el baile. No tenía objetivos políticos definidos, justificada en que los artistas son la forma de vida superior, no le importaba nada que tuviera que ver con cambio social.

La bailarina llegó a Cuba el primero de Mayo de 1970, fecha en la que casualmente se celebra el Día Internacional del Trabajo en homenaje a la reivindicación proletaria de un horario laboral digno; pero Alma no tenía ni idea de esto, solo le preocupaba que no tenía con que pagar ni un taxi en la Habana ya que los pocos dólares americanos que tenía eran delito usarlos en Cuba, al igual que la preocupaba las miles de requisas que tuvo que pasar en el aeropuerto para poder entrar sus pertenencias que finalmente no le fueron confiscadas.

La narración de Alma para aquel día, era una Cuba llena de propaganda política de la Revolución: “A CUMPLIR DIEZ MILLONES; COMANDANTE EN JEFE ORDENE”[1], repleta de Vigilantes del partido comunista por todos lados y con un calor insoportable que ni ella misma se lo habría imaginado.

Luego de lograr que alguien le pagara el taxi en la escuela de baile, Alma volvía a enfermar, visitando como segundo lugar en la Habana un hospital; no solo se trataba de una visita al médico por una fiebre, consistía en develar que el sistema de Salud era efectivo, “Con la Revolución, la población que tenía acceso a la atención médica se multiplicó, y ahora en el hospital se aprovechaba hasta la última esquina. A pesar de la estrechez el cuartito tenía todo lo que hacía falta”[2].

En el lugar habitaban médicos, enfermeras, civiles, obreros e internacionalistas como ella, que al escuchar palabras como humanidad, solidaridad, internacionalismo, revolución, imperialismo, sacrificio y consciencia social no decían que era raro, pero para Alma esto se estaba convirtiendo en una pesadilla.

Fue allí donde por primera vez escucho la meta de los Cubanos para ese año, La Zafra de los Diez Millones significaría un esfuerzo del gobierno y el pueblo; quienes dedicaron todos los recursos y todos los esfuerzos del país a conseguir una producción de 10 millones de toneladas de azúcar, con el fin de saldar deudas con la URSS y tener excedentes en la economía revolucionaria.

Asistió al discurso de Fidel Castro, (entonces dirigente) en la concentración conmemorativa del XVII Aniversario del Asalto al Cuartel de Moncada, en la plaza de la revolución, el 26 de julio del mismo año cuando expresó que el intento y esfuerzo de los isleños había sido en vano, “efectivamente, el esfuerzo heroico para elevar la producción, para elevar nuestro poder adquisitivo, se traduj

o en descompensaciones en la economía, en reducciones de producción en otros sectores y, en fin, en un acrecentamiento de nuestras dificultades. Claro está que el enemigo usó mucho el argumento de que la zafra de los 10 millones traería algunos de estos problemas. Nuestro deber era hacer el máximo para impedirlo. Y en la realidad no hemos sido capaces.”[3]

En Zafra la maestra y los alumnos, dedicaban las vacaciones, los cultivos no eran modernizados y requerían de personal para el corte de caña, así lo cuenta Alma, ésta era la noticia más importante entre los rumores y los medios de comunicación oficiales (GRANMA) para aquella época, pero como ya lo expresó Fidel fracasó.

Para 1970, año en que la bailarina entró a Cuba, la isla ya llevaba once años de haber proclamado la Revolución de Fidel aquel primero de enero del 59; y ocho años de que EEUU hubiese oficializado el bloqueo a Cuba aquel 3 de febrero de 1962, año en el cual el Secretario de Estado Yanqui Henry Kissinger , “llegó a declarar la primera alerta atómica desde la crisis de los misiles cubanos, una maniobra típica, … era esencial en la lucha contra el comunismo”[4], de ahí que escasearan los repuestos y que el país se viera solo para

importar y exportar sus productos.

Lo que más motivaba a los isleños no era la Revolución, así lo cuenta la protagonista, era Fidel aquel hombre nacido en la isla en el año de 1927 se había convertido en el motor de Cuba, todos querían conocerlo ya que “no era una figura insólita en la política latinoamericana.”[5]

Al igual había sucedido con Ernesto Che Guevara, ambos se habían convertido en símbolos del movimiento revolucionario, y la gente los aclamaba, y Alma cuenta la historia de ambos en la lucha contra el régimen de Fulgencio Batista, sin muchos ánimos de creer en la revolución, pero “La mayoría de los cubanos vivió la victoria del ejército rebelde como un momento de liber

ación y de ilimitadas esperanzas, personificadas en su joven comandante,”[6] que todavía para la época querían.

Arte y revolución.

En la escuela de baile donde Alma trabajaba no todo era tan perfecto como en el sistema de salud, al contrario era muy rudimentario, los alimentos escaseaban pero eran los necesarios, las instalaciones eran grandes pero hacían falta algunos elementos escenciales a la hora de enseñar baile de vanguardia, como música diferente a la nativa, espejos, siendo este último la herramienta más preciosa que tiene un bailarín, para corregirse y autosuperarse. Aunque todo esto se remedió tras una revuelta organizada por los estudiantes, antes de que Alma abandonara la isla.

Los alumnos tenían preguntas por como era el baile fuera de Cuba, y Alma era la única ventana para conocerlo, aunque se sentía incapaz de mostrarlo y mantenía desconsolada por su pensamiento apático a la revolución que no podía expresar, con inconformidades como que los alumnos no tenían opciones de practicar su arte distintas a El Ballet Nacional o danzas populares de Cuba.

Pero lo mismo que pasaba con el baile, sucedía con el arte en sí, los dirigentes políticos de la revolución no demostraban interés por esta corriente de expresión, quizás porque el único que sabía bailar era Camilo Cienfuegos, o porque como lo expresa un amigo de la protagonista, pensaban que toda expresión artística no era revolucionaria sino que procedía de experiencias burguesas de antes de 1959.

Para los revolucionarios era difícil apoyar y entender a los artistas en la revolución, cuestión que Alma no entendía porque ella expresaba que ella era anárquica y que ellos todo lo querían controlar, pero tenía claro que la revolución era indispensable para la mejora de la humanidad, una de las explicaciones que le dieron fue: “La revolución hace bien en desconfiar de ustedes, porque los artistas son siempre esclavos de su subjetividad. Como tú… Esta lucha es a favor de los pobres, la verdad objetiva se encuentra del lado de ellos, y esa es la que tú tienes que buscar y mantener presente”. [7]

De hecho en el año de 1965, como lo narra Alma existió la UMAP, un lugar de reclutamiento de intelectuales y artistas para no dejar que minaran la revolución desde dentro, allí estuvieron muchos, incluido el cantautor Pablo Milanés, pero luego de varios años el jefe militar Raúl Castro decidió acabar con esto y soltarlos, no tenían libertad de expresión total, ya que estaban en el sistema Revolucionario, lo mismo pasaría entonces con las artes, esencialmente con el baile.

Alma se hospedó en diferentes lugares, entre ellos el Hotel Nacional que estaba reservado para los Soviéticos que fueran a Cuba a apoyar la Revolución, allí tuvo ciertas comodidades como limonada, piscina y gran gama de comida en el buffet diario, diferente a lo que tenían que vivir los cubanos del común.

Al ser Alma una internacionalista tuvo el placer de conocer a diferentes figuras internacionales como Roque Dalton que estaban en asilo político en Cuba, después de la toma de poder de Maximiliano Hernández Martínez en el Salvador, que quiso derrotar las iniciativas comunistas en Latinoamérica, así sucedía con otros lugares, a Cuba le interesaba exportar la Revolución. Fue allí fue donde alma entendió el papel del intelectual en la revolución, según una visión Leninista: “El proletario socialista organizado debe seguir atento a esta labor, la de los intelectuales; controlarla”[8]

Diferentes amigos la acompañaron en la Habana le ayudaron a resolver sus dudas revolucionarias, leyó a Marx y Lenin, y escuchó una que otra explicación del porqué una expansión del comunismo, “ Es mas fácil para mí saber que este pedazo de pan que me estoy comiendo, también lo pueden comer los otros y nadie se muere de hambre, y que mi sobrino que se graduó de medicina no tuvo que quitarle el puesto al hijo de la señora que sirve los tintos que también quería estudiar eso” decía uno de ellos.

La historia narra también como los cubanos eran solidarios con los pueblos hermanos como Perú, se alegraban de victorias socialistas en Latinoamérica como la de Salvador Allende en Chile y cuan era importante para los isleños la internacionalización.


[1] GUILLERMOPRIETO, Alma, La Habana en un espejo, Ed. Mondadori, Barcelona, 2005. Pág. 41

[2] Ibíd. 42

[3] Castro, Fidel, Discurso pronunciado en la concentración conmemoratival del XVII Aniversario del asalto al Cuartel Moncada, Plaza de la Revolución, 26 de Julio de 1970.

[4] HOBSBAWM, Eric. Historia del siglo XX. Ayres S. A. 1998. Pag. 249 Erick Hobsbawn

[5] Ibídem. Pág. 437

[6] Ibid. Pág. 438

[7] GUILLERMOPRIETO, Alma, La Habana en un espejo, Ed. Mondadori, Barcelona, 2005. Pág. 222

[8] Ibídem Pág. 275

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