lunes, 5 de abril de 2010

MALABARISMO UN TICKETE AL TURISMO






Los malabares son destreza, agilidad, inteligencia y una forma de sostenerse cuando se está en otro lado.

Dos o tres pelotas, un golo, una espada, cuatro clavas, todo sirve cuando de hacer malabares se trata, regalando a la gente momentos de diversión en aceras, semáforos o espectáculos. Las autoridades apoyan el arte lo respetan, los latinoamericanos los admiran por su destreza, parece que es casi imposible hacerlos.


Aprender malabares por observación de otros.

Cuenta la historia que la primera muestra de malabarismo estaba en el antiguo Egipto, en el año 1794, entre pirámides y matemáticas también se vieron en algunas pinturas las destrezas de mujeres ágiles capaces de manipular uno o más objetos a la vez volteándolos, manteniéndolos en equilibrio o arrojándolos al aire alternativamente; luego se vieron mas en películas y libros. Esto fue el primer referente de los malabaristas en el ámbito mundial.

Los malabares se aprenden por observación, ver a un amigo intentando incentiva los más profundos sentimientos para realizar esta práctica tan exigente. ”Una ves me encontré en un concierto con unos parceros de esos que uno casi no ve, ellos estaban jugando con un golo y ya yo me puse a intentar y me engomé, empecé a practicar y a ver videítos en internet” dice Juan Manuel Gonzales un malabarista joven de Itagüí. Gracias a esto este joven pudo conocer lugares como Santa Marta, Cartagena, Barrancabermeja, Pasto, Popayán, Cali, Manizales, Bucaramanga, Sincelejo y Montería.

En el año de 1930 se dio en Europa el Espectáculo de Variedades que saco a los artistas urbanos de las calles y cárceles a teatros y circos, los grandes escenarios y la poca necesidad de sobrevivir en la calle daba pie a realizar despampanantes trucos, ya si era considerado arte.

Susana Moncada una estudiante de artes plásticas de la Universidad Nacional, trabaja los malabares en otro ámbito diferente al de la calle ósea, action painting, cuentería y performance dice que llevar los malabares a la calle es quitarle el valor artístico, “los malabaristas que van viajando lo que buscan en ellos es una fuente segura de dinero, no de expresarse, tienen una gran "habilidad". Los malabares son un arte, al llevarlos a la calle dejan de serlo” dice sin dejar de resaltar que de algunos viajeros de Venezuela, Chile, Argentina y Uruguay ha aprendido diferentes trucos con las cadenas y las clavas.

Pero el auge de èstos artistas en los espectáculos privados se acaba rápidamente en 1947, cuando se forma la primera Asociación Internacional de malabaristas, allí ellos se dieron cuenta que podían viajar a otros lados, conocer diferentes prácticas y trucos gracias a los malabares, dándose un sustento desde la publicidad ya que hacer malabares llama mucho la atención.

Los 80s es el auge de este cambio social-económico de los malabaristas, los estudiantes de la vieja Europa aprendieron de un profesor llamado Burgués de Hovey, este fenómeno inició y se expandió por todos los Estados Unidos, los latinoamericanos no hicieron caso omiso a esta práctica.

En la actualidad muchos jóvenes universitarios ven en los malabares la forma de salir de su rutina, yendo a otras localidades, encontrándose con otras culturas y aprendiendo de ellas sin crear fronteras imaginarias como las que muchos políticos tienen en sus mentes, también ven en esta práctica un sustento económico y un trabajo desestrezante. David Moreno estudiante de Derecho de la Universidad de Antioquia dice “Me gusta hacer malabares porque sé que no me tengo que matar ocho o diez horas y tener alguien encima diciéndome que debo de hacer, escapo de la rutina, sirven para viajar, entreno a mi ritmo”.

Viajar a otros lugares es lo último en el proceso de aprender malabares, “primero hay que aprender a jugar, luego comprar o hacer los juguetes, viajar es lo último” asiente David.

Como se conocen.

Como viajar es lo último, lo que puedan hacer por otros malabaristas extranjeros es fundamental para luego desplazarse, la hospitalidad dada será la recibida. Danilo Arias un estudiante de medicina por pasión y malabarista de profesión cuenta al igual que muchos “Nosotros les hablamos, los llevamos a nuestras casas y así va a ser cuando nosotros vallamos, eso es recíproco.”; ahora se encuentra trabajando con empresas publicitarias en eventos organizados por su corporación artística Expresión libre. Camilo Betancur un integrante de la corporación despierta también su interés por viajar y conocer otros lugares, estando en la ciudad, cuenta “Conozco gente de varias partes, por ejemplo EEUU ellos se quedan dos o tres meses y se van, la gente los trata muy bien, les gusta mucho la ciudad, esperan volver”.

Salir de su localidad, ciudad o país con la ayuda de los malabares se convierte para muchos jóvenes desinhibidos y algo arriesgados en una aventura que se debe de hacer en la vida.

Los problemas legales se van solucionando a medida que el viaje va avanzando, para salir solo se necesitan ganas, talento, contactos y algo de dinero para comenzar el viaje. “Perdí los papeles y la tarjeta andina en Ecuador, que camello para escondérmele a la migra, pero después pasé a Bolivia y relajado”

Los contactos se consiguen poco a poco, con la amabilidad al recibirlos o con los conocidos que se puedan acordar, “Yo e conocido casi todo Colombia, Venezuela y panamá, nos fuimos mochiliando y trabajando en semáforos, ahí guerreándola, en ese mundo así es. Consiguiendo contratos, amigos, haciendo semáforo, ahí se sostiene uno”

Las fundaciones ayudan a conseguir los contactos a nivel local, estas son el primer empujón para la sociedad. Jorge Andrés Etcheverry un joven de 17 años de edad y malabarista desde los 12 cuenta que “Con el tiempo uno conoce gente y le dan golpes grandes para sostenerse, cuando en el grupo ven un niño haciendo esas clases de cosas llama mucho la atención entonces lo quieren en todo lado”

Lo que aprenden de otros países.

Viajar no solo lleva consigo conocer otras personas, sino también sus costumbres, su cocina, todo lo que tenga que ver con su diario devenir. Alejandro un publicista afirma que los malabares le sirven para desarrollar la mente. Lo que mas ha aprendido de otros es cocinar platos extranjeros uno de ellos es Falafel, su origen se remonta a los tiempos de la Biblia y se originó en algún lugar del subcontinente indio “una comida echa de garbanzos con arepas de harina”.

El contexto

Después de haber conocido gente del mismo oficio y también haber tenido las agallas para emprender el viaje, estas personas se vuelven algo dependientes de los transeúntes para sostenerse, amados por unos y odiados por otros, los sujetos no pierden interés por tan valioso arte.

Los encargados de retirarlos dicen que los corren por el permiso para trabajar en las calles, “No les quitamos las cosas, se les dice de buena forma. Mucho turista de otros países vienen a hacer malabares, cuando se les dice responden de la mejor manera, son personas con mucha cultura”

En Venezuela hay pocas personas dedicadas al malabarismo”, cuenta Álvaro Casianes practicante de atletismo.

En Perú hay muchos malabaristas, dice Arturo Chávez un joven Atleta “me gusta que lo hagan depende del lugar, en las calles no porque dañan las cosas con los sancos, los fuegos y no responden pues por ser de clase media baja no tienen con que.”

“Buenos Aires está poblado de malabaristas, hay bastantes escuelas pero no son muy populares, la gente continúa dándoles dinero, normalmente los hippies o mochileros que conocen el código urbano, nadie coge el semáforo de quien ya lo ha utilizado, es algo supuesto pero nadie lo coge”. Cuenta Franco Díaz deportista Argentino.

De todo se aprende cuando se está en otro lado guerreando la vida, al retornar a sus hogares luego de semanas, meses o años estos jóvenes llegan cargados de historias, palabras bonitas y trucos nuevos, le sirven de enseñanza para todo aquel que quiera aprender destreza y tolerancia.

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